Viajar sola por Marruecos: vista del atardecer en Fez

—¿Es la primera vez que viajas sola a Marruecos?

Sola o acompañada, es mi primera vez en Marruecos y vengo dispuesta a derribar prejuicios propios y ajenos. Hace tan solo diez minutos que el avión ha aterrizado en el aeropuerto de Fez Sais y un pasajero árabe del mismo vuelo ya se encarga de mí. Huele mi despiste, a estas alturas aún no tengo idea de que debo rellenar un documento para entregarlo en la frontera junto con el pasaporte. El señor me alcanza un formulario y espera a que yo termine de rellenarlo para hacer lo propio con el suyo, hay cientos de papelitos en varias vitrinas pero ningún bolígrafo ¿será por eso que para el vuelo de vuelta me recomienda llegar con tres horas de antelación al aeropuerto?

—Soy periodista, mi marido tenía que quedarse en España para trabajar y yo estaré unos días por aquí también por trabajo

Lo escupo sin pensar. Ni estoy casada ni es un viaje de negocios, pero mantendré esta excusa durante unos días como escudo protector ante un miedo que se irá difuminando poco a poco. Hago una cola durante un rato no excesivamente largo et voilà, ya estoy del otro lado en busca de un taxi. ¿O es el taxi el que me busca a mí? En menos de cinco minutos estoy en la puerta rodeada de hombres que se ofrecen para llevarme en taxi al centro. Hice los deberes antes de venir y leí sobre el “fantástico” mundo del regateo pero en esta primera ocasión me rindo a la primera y consiento pagar los 150 dirham (15€) que me piden para llegar al hostel donde tengo la reserva, estoy cansada y quiero pasar este trago lo antes posible.

Puesta de sol en Fez

Es tarde y afuera está oscuro. Lo que más me preocupaba de viajar sola por Marruecos era precisamente este momento, el de llegar a mi destino final sin demasiados contratiempos. Tengo una hoja impresa con todas las pautas necesarias para llegar al hostel tal y como las describen sus empleados: “llega en taxi hasta la plaza Batha, dirígete hasta la oficina de correos y toma la calle de la derecha. Verás unas escaleras a la derecha, baja por ellas y en unos diez metros verás un arco también a tu derecha. Cruza el arco, gira a la izquierda y otra vez a la derecha, nos encontrarás al final del callejón.” Me parecen demasiadas indicaciones así que rezo por no tardar mucho en encontrar el sitio y que se me quiten los nervios que acarreo desde hace unos días.

Las cosas nunca suceden como te las imaginas. A pesar de que no cruzo una palabra con el taxista más allá de lo necesario (no quiero que note mi nerviosismo) me pide que le deje el papel con la dirección exacta. Él mismo se encarga de telefonear al lugar para avisar de mi llegada y en cuanto me bajo del coche hay otro hombre que me espera para acompañarme durante todo el camino. Es alto y delgado, viste chaqueta de cuero negro y su estrabismo y la oscuridad de la noche me hacen dudar de su bondad, aunque no me queda más remedio que aceptar su compañía.

Sahid es el gerente del hostel y de su mano comienza este viaje por Marruecos, un viaje en el que descubro la hospitalidad del pueblo marroquí.

En el próximo capítulo…

¿Quién es Sahid?

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