Retrato del alcalaíno Raúl Góngora | Beatriz Lizana

Un personaje alcalaíno de erres encasquilladas y carcajada infinita

Entra en el bar, el Casablanca, observa a la gente y se quita la chaqueta con amplios movimientos. Tarda un buen rato en dirigirse al camarero, Julián, para pedir una cerveza.

Habla. Por los codos y a pesar de su frenillo. Mejor cuantas más erres haya en una frase.

Rafa, Lau, Elena, Madriles, Nono, Morales, Tara, Teva, Antonio, Sonia o quien sea que quede en el pueblo y esté en LA barra. Para todos tiene unas palabras, aunque no siempre se espera a escuchar respuesta. Trago a la Mahou.

Come. Hombre de bares. La amistad como religión entre cafés, churros, tés, cervezas, arroces, callos, rejos… sólo depende del momento del día. ¡Brindemos! Por el hijo de la Patro.

“¡Vamos, que vengo desatao! Julián, dame el micro.”

Canta. Por Rafael, Mi gran noche. Lo peta cuando se sube al escenario del karaoke con sombrero de color radiactivo y corbata a juego.

Tras la euforia de su directo cuenta que hace un rato pasó por el desguace. “Las mismas de siempre”.

Alterna. Esta me pone intelectualmente pero es que aquella está… Nada, quita, si es que… como dijo Gala, “el amor es una amistad con momentos eróticos”.

Pocas horas más tarde, él detrás del mostrador.

…la lechuga, los kiwis y el cuarto de kilo de almendras. Son seis con veinticinco. ¿No ha leído usted todavía mi artículo de este mes? Pues deje, que le regalo el periódico. En la página 20, hoy hablo de un gondolero…

Escribe. Juntaletras por afición y uno de los culpables del grupo literario Entre Aldonzas y Alonsos.«Escribo porque me encanta, así es como abro mi alma, con miles de palabras». 

Al día siguiente, y al otro, y al otro…

Ríe. Con lxs clientxs en el colmado, en el bar, con la gente de la calle, de sus dedos palmeados, de sí mismo. A carcajadas con la vida, a ramalazos de locura.